Su centro lo ocupa una fuente coronada por una auténtica pila bautismal, ¡y qué mejor origen pueden tener esos chorros que una pila cuyas aguas fueron bendecidas en tiempos atrás!
La iglesia de la Vera Cruz ennoblece con su presencia el conjunto, con sus 7 arcos que atraen la atención y las miradas; y en la fachada frente a la sacristía tenemos reductos de epigrafía romana, que indican la presencia de ese pueblo por estos lares; y en el lado opuesto del templo, haciendo espejo, podemos ver otros 7 arcos, cuya fachada está flanqueda por un escudo con calavera en su flanco del saliente (y que cita cómo en 1606 esos arcos se hicieron para propiedad del Consistorio) y una lápida inscrita en su flanco de poniente, que hace mención al pagador de los mismos, que no es otro que un Comisario del Santo Oficio.
Y justo en los bajos de ese edificio tenemos el Centro de Interpretación, donde poder obtener información turística del pueblo y la Sierra, además de poder participar de una visita guiada gratuita por sus dependencias. En la plaza aneja observamos un crucero de piedra, utilizado en tiempos pasados para exponer a vergüenza pública los reos que la Inquisición ajusticiaba, y que pasaban por el centro de esta plaza camino a la cárcel Real (situada a pocos metros, en lo que hoy es el Ayuntamiento).
Levantando un poco la mirada aparece la gran mole pétrea del Convento que los Agustinos Recoletos regentaron desde el siglo XVII al XIX, cuya fachada se nos presenta austera pero pudiente, dominadora del pueblo y vigía de todo cuanto aconteciera en esta plaza. Un lugar de culto, pero también de poder.
Y detrás, llenando el lienzo del paisaje, se nos presenta la Sierra, la Montaña Sagrada, el símbolo del pueblo, el lugar que desde milenios atrás ha mantenido un poblamiento digno de mención, pues no en vano ha sido hogar de multitud de pobladores, y que en la actualidad vigila en todo momento la actividad del municipio, pues no podemos entender este espacio, esta plaza, sin su recia presencia. Paneles de señalización turística, postes indicativos de los recursos patrimoniales de Santa Cruz e indicación de rutas que podemos seguir ayudan al visitante en su periplo por este pueblo rebosante de historia.
También se puede hacer un alto en el camino para disfrutar de las terrazas que los bares de la plaza ofrecen al público, desde por la mañana hasta por la noche. Y para los más madrugadores está la churrería, que agasaja al viajero con desayunos tradicionales, los de toda la vida (no en vano se la conoce como la Catedral del Churro).
En definitiva, la grandiosidad de esta plaza y el uso que podemos hacer de ella se subordina a la majestuosidad de la Montaña Sagrada, en cuyo piedemonte se encuentra el pueblo y de cuya imagen se beneficia, haciendo las delicias de cualquiera que se allegue hasta este emblemático lugar, pues sentir la plaza, vivir la plaza, disfrutar la plaza, implica sentirse arropado por la sempiterna silueta de la misteriosa Montaña Sagrada, como guardiana silenciosa del devenir diario de paisanos y visitantes.